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Respeto a la integridad de las personas

Pese a que en los medios de comunicación se habla de un progreso, no podemos negar que hay un retroceso social que se manifiesta en los programas “basura” atentando contra la dignidad humana y ofendiendo lo más sagrado que tiene: la integridad de la persona.

La ONU, además de la Sagrada Escritura, nos llama a proclamar la dignidad de las personas en su integridad, es decir, no sólo en una parte sino en su totalidad, siendo uno de los puntos importantes las relaciones auténticas, castas y nobles con uno mismo y con los demás.

Hay una serie de ofensas que promueven los programas basura, que atentan a la propia persona, por lo que es necesario enumerarlas para observar si van en contra de la dignidad humana.

Se ha exaltado tanto la libertad que si no se tiene un verdadero discernimiento, ella misma se convierte en corrupción o en libertinaje.

Hay ofensas que lesionan el respeto a la persona y que son frutos del pecado, por ejemplo, la lujuria que es un deseo o un goce desordenado de placer. Hace referencia a usar el cuerpo para el propio gusto (masturbación) que es un acto intrínseco y gravemente desordenado que rompe con el sentido verdadero del amor que es la entrega.

El adulterio y la fornicación, que es la unión de un hombre y de una mujer fuera del matrimonio y que es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y educación de los hijos. Hoy con soberbia y altanería se elogia, se aplaude y se llega a ver normal.

Las consecuencias son muy nefastas y esto produce grandes frustraciones. Ya lo dice el refrán: “En el pecado está la penitencia”.

Se sigue lesionando la dignidad cuando observamos el descaro de una pornografía donde se presentan los actos sexuales ofendiendo la castidad porque desnaturaliza la finalidad del mismo acto sexual. Atenta además gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella pues cada uno viene a ser para otro objeto de placer rudimentario y de una ganancia ilícita. Es una falta y pecado muy grave.

Lo deseable sería que las autoridades impidieran la producción y la distribución de material pornográfico porque se trata de un mal tan adictivo como la droga puesto que corrompe la vida psíquica y espiritual.

De todo lo anterior se producen malos frutos como es la prostitución, el tráfico de personas, la venta de niños, la pedofilia, convirtiéndose en lo más bajo de la sociedad porque se está introduciendo en el mundo infantil y en la educación.

Ya decía Jesucristo: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mateo 18:6).

Lo anterior da pie al aumento de violaciones de todo tipo, de prácticas denigrantes porque la sociedad está creando enfermos sexuales e inmorales. Para dar solución a todo esto hay que poner grandes remedios y uno de ellos es la salud ética y moral por la que todos hemos de abogar y trabajar a fin de que no se pierda lo más sagrado que hay en el ser humano: su propia dignidad como hijo de Dios.

Respect for people’s integrity

In spite of the fact that the media talks about progress, we cannot deny that there is a social regression that manifests itself in the “trash” programs that attempt against human dignity and offend the most sacred thing: the integrity of the person.

The UN, in addition to Sacred Scripture, calls us to proclaim the dignity of persons in their integrity, that is, not only in one part but in their totality, one of the important points being authentic, chaste and noble relationships with oneself and with others.

There are a series of offenses promoted by the “trash” programs, which attack the person himself, so it is necessary to enumerate them to observe if they go against human dignity.

Freedom has been exalted so much that if there is no true discernment, it becomes corruption or licentiousness.

There are offenses that injure respect for the person and that are fruits of sin, for example, lust, which is a desire or an inordinate enjoyment of pleasure. It refers to using the body for one’s own pleasure (masturbation) which is an intrinsic and gravely disordered act that breaks with the true meaning of love which is self-giving.

Adultery and fornication, which is the union of a man and a woman outside of marriage and which is gravely contrary to the dignity of persons and human sexuality, naturally ordered to the good of the spouses, as well as to the creation and education of children. Today, with arrogance and haughtiness, it is praised, applauded and even seen as normal.

The consequences are very harmful and this produces great frustrations. As the saying goes: “In the sin lies the penance”.

Dignity continues to be harmed when we observe the brazenness of pornography where sexual acts are presented offending chastity because it denaturalizes the purpose of the sexual act itself. It also seriously offends the dignity of those who dedicate themselves to it because each one becomes for the other an object of rudimentary pleasure and illicit gain. It is a very serious fault and sin.

It would be desirable that the authorities prevent the production and distribution of pornographic material because it is an evil as addictive as drugs since it corrupts the psychic and spiritual life.

All this produces bad fruits such as prostitution, human trafficking, sale of children, pedophilia, becoming the lowest of society because it is being introduced in the world of children and education.

Jesus Christ already said: “6 “If anyone causes one of these little ones—those who believe in me—to stumble, it would be better for them to have a large millstone hung around their neck and to be drowned in the depths of the sea.” (Matthew 18:6).

This behavior gives rise to the increase of rapes of all kinds, of degrading practices because society is creating sexually ill and immoral people. To find a solution to all this, we must find great remedies and one of them is the ethical and moral health for which we all have to advocate and work so that the most sacred thing in the human being is not lost: his own dignity as a child of God.

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