La raza humana, en toda su expresión y dimensión, es sagrada, pues es producto creativo de nuestro Dios, el mismo que en Génesis 1:27, nos dice que “creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó”.
El propio nombre de Adán significa “un ser humano”, confirmando así la identidad fuertemente otorgada por el Padre. Es importante observar que la raza no se destaca en el momento de la creación de Adán y Eva, porque sus respectivas identidades están enraizadas en el hecho de que, primeramente, son seres humanos, y luego, fueron creados a imagen y semejanza del propio Dios, así que sus características morfológicas, es decir, su raza, son cuestiones secundarias, las cuales describen su identidad humana.
El hecho de que existan diferentes razas en el ser humano y etnias en un grupo cultural simplemente confirma la capacidad creativa de un Dios, quien nos recuerda que una no es superior a la otra, aunque sí diferente. De una forma única, esa variedad racial y étnica demuestra que a nuestro Padre celestial le complace crear con mucha distinción, dando a cada ente una expresión única, pero con valor igual ante sus ojos, ya que todos hemos sido creados a su imagen. Además, el Nuevo Testamento nos enseña que hemos sido unificados en Cristo sin importar las diferencias raciales, pues nuestra identidad nunca ha sido basada en nuestra raza o etnia, sino en ser hijos de Dios y miembro del cuerpo (familia) de Cristo. Cuando el pensamiento de superioridad racial quiera tocar tu puerta, recuerda que Dios nos ve a todos igual. Somos la máxima expresión de su creación, pues en todo lo creado, nosotros como humanos somos los únicos portadores de su imagen y esto no es sólo en un grupo selecto, sino que cada uno de nosotros llevamos esa imagen, “pues Dios no muestra favoritismo” Romanos 2:11.
Race and ethnicity Divine Creativity
The human race, in all its expression and dimension, is sacred, since it’s our God’s creative product, the same one that in Genesis 1:27 tells us that “So God created mankind in his own image, in the image of God he created them; male and female he created them.”.
Adam’s own name means “a human being”, thus confirming the identity strongly bestowed by the Father. It’s important to note that the race does not stand out at the time of Adam and Eve’s creation, because their respective identities are rooted in the fact that, firstly, they are human beings, and later, they were created in the image and likeness of God himself, so their morphological characteristics, that is, their race, are secondary issues, which describe their human identity.
The fact that there are different races in human beings and ethnic groups in a cultural group simply confirms God’s creative capacity, who reminds us that one is not superior to the other, although it’s different. In a unique way, this racial and ethnic variety shows that our heavenly Father is pleased to create with great distinction, giving each entity a unique expression, but with equal value in his eyes, since we are all created in his image. Furthermore, the New Testament teaches us that we have been unified in Christ regardless of racial differences, since our identity has never been based on our race or ethnicity, but on being God’s children and a member of the body (family) of Christ.
When the thought of racial superiority wants to knock on your door, remember that God sees us all the same. We are the maximum expression of his creation, because in everything created, we as humans are the only bearers of his image and this is not only in a select group, but each one of us carries that image, “because God does not show favoritism”, Romans 2:11.