Dios creo a los gobiernos para establecer el orden, castigar la maldad y promover la justicia
Las millones de normas, decretos, legislaciones, constituciones y leyes terrenales y divinas que Dios ha dictado, y el hombre creado, no han sido suficientes para guiar a los seres humanos desde el principio de su existencia.
Los códigos escritos y verbales no han sido suficientes para cambiar el destino de una humanidad que parece cada día más perdida.
Los tres grandes libros sagrados: la Biblia, la Torá y el Corán, aunque parecidos en algunos capítulos, no han sido factor de unidad, sino todo lo contrario y aunque parezca increíble, la máxima creación divina, que es el ser humano, mismo que se ufana de ser la imagen del Dios viviente, carece de una ética que lo acerque a la naturaleza del creador.
Aunque ignoramos la visión creativa de Dios, que nos invita a actuar con honestidad, lealtad y amor al prójimo, sabemos que la creación incluye el ingrediente principal que el Todopoderoso colocó en cada uno de nosotros: la conciencia, que no es otra cosa que el conocimiento que cada persona tiene sobre sus acciones y sus actos.
De esa conciencia, surge la idea de dirigirnos con respeto a nuestros padres, a la autoridad –cualquiera que sea su cara–, a cooperar con las instituciones humanas a fin de que cumplan con la función que les corresponde. De allí surge la idea de combatir la corrupción y denunciar todo lo que el hombre poderoso o perverso intente realizar para afectar a la creación divina.
Para lo anterior, un decálogo social nos puede ayudar mucho para actuar como auténticos seres, creados por Dios a su imagen y semejanza. Más allá de las reglas divinas, la sociedad puede funcionar con las reglas que la organización humana ha creado a través de los siglos, estas son:
1. Respeto al prójimo
2. Respeto a la naturaleza
3. Respeto a la autoridad
4. Respeto a las leyes
5. Respeto a los padres
6. Respeto a los valores
7. Respeto a las buenas costumbres
8. Respeto a las normas sociales
9. Respeto a los animales
10. Respeto a uno mismo
Recordemos que Dios creo a los gobiernos para establecer el orden, castigar la maldad y promover la justicia.
Why respect the law?
God created governments to establish order, punish wickedness and promote justice
The millions of norms, decrees, legislation, constitutions and earthly and divine laws that God has dictated, and man created, have not been enough to guide human beings since the beginning of their existence.
The written and verbal codes have not been enough to change the destiny of humanity that seems more lost every day.
The three great sacred books: the Bible, the Torah and the Koran, although similar in some chapters, have not been a factor of unity, but on the contrary, although it seems incredible, the maximum divine creation, which is the human being, who boasts of being the image of the living God, lacks an ethic that brings him closer to the nature of the creator.
Although we ignore God’s creative vision, which invites us to act with honesty, loyalty and love for our neighbor, we know that creation includes the main ingredient that the Almighty placed in each one of us: conscience, which is nothing more than the knowledge that each person has about his actions and deeds.
From that conscience comes the idea of addressing our parents to the authority -whatever it’s face-to cooperates with the human institutions so that they fulfill the function that corresponds to them. From there arises the idea of fighting corruption and denouncing everything that the powerful or perverse man tries to do to affect the divine creation.
For the above, a social decalogue can help us act as authentic beings created by God in his image and likeness. Beyond the divine rules, society can function with the laws that the human organization has made through the centuries; these are:
1. Respect for others
2. Respect for nature
3. Respect for authority
4. Respect for laws
5. Respect for parents
6. Respect for values
7. Respect for good manners
8. Respect for social norms
9. Respect for animals
10. Respect for oneself
Remember that God created governments to establish order, punish evil and promote justice.