Sus hijos se levantan y la felicitan; también su esposo la alaba”
Proverbios 31:28 NVI
AIDA ROMERO DE MAURICIO
Comunicarse y aprovechar el tiempo, son los consejos que Aída Romero de Mauricio da a las mujeres que comienzan en el arduo camino de la maternidad, pues esos fueron los que a ella le sirvieron para mantener una estrecha relación con sus cuatro hijos.
Contadora pública de profesión y pastora de corazón, Aída es madre de Gilberto, Pablo Isaac, Aída y Brianda, quienes siguiendo su ejemplo ahora se dedican a dirigir el ministerio de Dios, cada uno desde su trinchera y siguiendo las enseñanzas y valores que su madre les inculcó.
Y aunque a todos los educó bajo los mismos preceptos, Aída siempre supo respetar su individualidad sin soltarlos de la mano y apoyándolos en cada una de las decisiones que a lo largo de su vida han tomado.
“Cuando uno es mamá va aprendiendo junto con tus hijos, y cuando uno es mamá lo primero que tiene que aprender es que tus hijos no son iguales, no podemos tratarlos igual. Nuestros hijos son como los dedos de las manos, muy diferentes y a cada uno se debe tratar en distinto”, comparte.
Fue precisamente por la atención que les dio y el respeto que les ofreció que ahora sus hijos siguen en el camino que ella les inculcó, uno como pastor asociado en la misma iglesia que Aída y su esposo predican, y otro en un templo de El Paso. Su tercera hija, pastorea con jóvenes y la menor de sus herederos ayuda en otras actividades.
Pero Aída sabe que nada de lo que son ahora hubiera sido posible sin la comunicación que siempre, tanto ella como su marido, mantuvieron con sus hijos, a quienes siempre escucharon sin importar lo que en ese momento tuvieran que decir.
“Como padres de familia nos equivocamos, y la mejor enseñanza para mí fue que siempre reconocíamos, nos juntábamos y ellos nos decían: ‘en esto no estamos de acuerdo…’ y si era verdad que en un momento dado nosotros les estábamos fallando a nuestros hijos pues lo reconocíamos y pedíamos disculpas, y al contrario también, nosotros les decíamos ‘esto no me gusta de ti, esto lo estás haciendo mal’”.
Por eso la pastora sabe que la comunicación lo es todo en una relación familiar, sobre todo con los más pequeños, que siempre están en busca del apoyo y la aprobación de mamá.
“Dios nos ha dado el privilegio de ser madres y debemos de aprovechar todo el tiempo cuando nuestros hijos están chicos, porque el tiempo se va rápido y crecen, y añoramos ese momento de cuando estaban chicos, tenerlos con nosotros, tenerlos ahí seguros, en casa. De pronto se van, se casan, hacen su vida propia con su familia y uno como madre ya cumplió, pero anhelas, deseas que vuelvan esos días de algarabía en tu casa por tus hijos, jugar con ellos. Debemos aprovecharlos el tiempo que están chicos, y de jóvenes también, porque se nos van”, dice la mujer que asegura que sólo aquella que ha tenido a un bebé en el vientre puede explicar lo que es la maternidad.
Communicating and making the most of every minute, are the advice that Aída Romero de Mauricio gives to women who are starting out on the arduous road of motherhood, because these are what helped her to maintain a close relationship with her four children.
A public accountant by profession and pastor by heart, Aída is the mother of Gilberto, Pablo Isaac, Aida and Brianda, who following her example now dedicate themselves to lead the ministry of God, each one from their own trenches and following the teachings and values that their mother instilled in them.
Although she educated them all under the same precepts, Aída always knew how to respect their individuality without letting go of their hands and supporting them in each of the decisions they have made throughout their lives.
“When you are a mother you learn together with your children, and when you are a mother the first thing you have to learn is that your children are not the same, we cannot treat them the same. Our children are like the fingers on our hands, very different and each one must be treated differently,” she shares.
It was precisely because of the attention she gave them and the respect she offered them that now her children follow the path she instilled in them, one as an associate pastor in the same church that Aida and her husband preach, and another in a temple in El Paso. Her third daughter pastors with young people and the youngest of her heirs helps in other activities.
But Aída knows that none of what they are now would have been possible without the communication that both, she and her husband, always maintained with their children, whom they always listened to no matter what they had to say at the time.
“As parents we made mistakes, and the best lesson for me was that we always recognized, we would get together and they would tell us: ‘we don’t agree on this…’ and if it was true that at a given moment we were failing our children, we would recognize it and apologize, and on the contrary, we would also tell them ‘I don’t like this about you, you are doing it wrong'”.
That is why the pastor knows that communication is everything in a family relationship, especially with the little ones, who are always looking for mom’s support and approval.
“God has given us the privilege of being mothers and we should take advantage of all the time when our children are young, because time goes fast and they grow up, and we long for that moment when they were young, to have them with us, to have them safe there, at home. Suddenly they leave, they get married, they make their own life with their family and as a mother you are already fulfilled, but you long for those days of joy in your house for your children, playing with them. We must make the most of them while they are young, and when they are young too, because they are leaving us”, says the woman who assures that only the one who has had a baby in her womb can explain what motherhood is.
CAROLINA DE PINEDA
Con el corazón dividido en dos, así fue como se sintió la pastora Carolina de Pineda al llegar a casa con su segunda hija, Karol, y presentársela a Ariadne, la pequeña por quien por primera vez se había enfrentado a la maternidad.
Contrario a lo que muchas mamás cuentan, Carolina habla sobre esta etapa de su vida desde otra perspectiva, la parte no tan bonita y complicada de ser madre, y que le enseñó que no era tan perfecta como hasta ese momento ella creía.
“La enseñanza más grande que ellas (sus hijas) me han dado es que soy una mujer completamente imperfecta y que necesito a diario la gracia del Señor para poder ejercer esa labor”, dice la joven madre quien admite que no estaba preparada para los cambios que un bebé le provocaría.
“Una está llena de expectativas, nadie te habla de los retos de la maternidad, nada más te hablan de lo bonito. Mostramos las mejores fases de nuestros hijos, lo bien portados, pero nadie te prepara para caminar con ese sentimiento”.
Agrega, “es un camino que se transita con cierto grado de culpa, que casi siempre de uno u otro modo te vas a sentir culpable porque a veces sientes que no eres suficiente”.
Carolina recuerda que cuando nació su segunda bebé, quien ahora tiene 7 años de edad, al llegar a casa y presentarla a su hermana mayor, ahora de 10 años, las ganas de llorar la invadieron, de una manera en la que no podía parar. Era un sentimiento tan grande que sintió que su corazón se dividía en dos, “no quería que mi hija mayor fuera a sentir como que yo la estaba traicionando y que la iba a dejar de amar”.
Lo anterior fue para ella el inicio de un sentimiento que creía era la única en padecer.
Sin embargo, Carolina siguió como hasta ahora, caminando de la mano del Señor, y pronto reconoció en la maternidad “un don de Dios, un llamamiento, un ministerio, algo que no se puede comparar con nada, que no es remunerado… que trasciende más allá de lo superficial, va de generación en generación, va en lo intangible, en los valores, en el amor”, comparte emocionada.
Es por eso que pide a todas las demás mamás que han experimentado una situación similar a la de ella que amen este trabajo, el cual, en sus palabras, a veces es menospreciado, incluso por otras mujeres.
With her heart divided in two, that’s how Pastor Carolina de Pineda felt when she arrived home with her second daughter, Karol, and introduced her to Ariadne, the little girl for whom she had faced motherhood for the first time.
Contrary to what many moms say, Carolina talks about this stage of her life from another perspective, the not so beautiful and complicated part of being a mother, which taught her that she was not as perfect as she thought she was.
“The greatest lesson they (her daughters) have given me is that I am a completely imperfect woman and that I need the Lord’s grace every day to be able to do this job,” says the young mother, who admits that she was not prepared for the changes that a baby would cause.
“You are full of expectations, no one talks to you about the challenges of motherhood, they only talk about the beautiful things. We show the best phases of children, how well behaved they are, but no one prepares you to walk with that feeling”.
She adds, “it’s a road that is traveled with a certain guilt degree, that almost always in one way or another you are going to feel guilty because sometimes you feel that you are not enough”.
Carolina recalls that when her second baby was born, -now she’s 7 years old-, upon arriving home and introducing her to her older sister, now 10 years old, the urge to cry invaded her, in a way that she could not stop. It was such a great feeling that she felt her heart split in two, “I didn’t want my older daughter to feel that I was betraying her and that I was going to stop loving her”.
This was for her the beginning of a feeling that she thought she was the only one to suffer.
However, Carolina continued as before, walking hand in hand with the Lord, and soon recognized in motherhood “a gift from God, a calling, a ministry, something that cannot be compared to anything, that is not remunerated… that transcends beyond the superficial, it goes from generation to generation, it goes in the intangible, in values, in love”, she shares with emotion.
That is why she asks all other moms who have experienced a similar situation to hers to love this job, which, in her words, is sometimes looked down upon, even by other women.
CRISTINA DE PÉREZ
La primera palabra que un hijo pronuncia es sin duda uno de los recuerdos más especiales que cualquier mujer puede guardar, sobre todo si el sonido que sale de su pequeña boca es “mamá”.
Éste no fue el caso de la pastora de La Gracia de Dios, Cristina de Pérez, quien recuerda que ninguno de sus tres hijos −David, Karen y Melody− le dio esa felicidad.
Sin embargo, esta situación con el tiempo cambió y ahora “mamá” es la palabra que más se pronuncia en casa de los Pérez, pues Cristina es la persona a la que siempre recurren para cualquier cosa que pretendan hacer.
“Siempre, cada que salen van con la mamá, y digo ‘Dios padre gracias porque oigo a cada rato mi nombre, cada cinco minutos ‘mamá’, las 24 horas del día’”, dice divertida, al mismo tiempo que recuerda al mayor de sus hijos por primera vez pronunciar “agua”, a la segunda “papá” y a la menor “David”.
Es precisamente con David, quien ahora tiene 28 años, con quien conoció la responsabilidad de ser mamá y todo lo que eso implica, luego vendría Karen, de 22 y Melody de 15, quienes la ayudan a pastorear el templo que hace dos décadas levantó junto a su esposo.
“Tenemos 20 años pastoreando en ese lugar, estamos al poniente de la ciudad y gracias a Dios los tres están involucrados en el ministerio”, agrega que su hijo mayor, David, está involucrado en la alabanza, Karen es líder de los jóvenes junto con su novio, y Melody hace un poco de todo.
“Gracias a Dios su relación con él ha ido creciendo, es lo que hemos tratado de inculcarles nosotros, que no se separen del camino de Dios, pues lejos de él no van a poder hacer absolutamente nada, creo que los hemos formado bien con esos principios, con esos valores bíblicos”.
Entre los valores que la entrevistada menciona están la fe, la paciencia y el amor, mismos que comprendió al 100 por ciento con la maternidad, a la cual describe como “una responsabilidad, es algo que el Señor nos está regalando, nos los está prestando (a los hijos) para nosotros inculcarles los valores de Dios, tienen que saber que antes de todo deben poner a Dios en primer lugar, desde siempre en su vida”.
Por último, Cristina recuerda el versículo de Isaías 41:10, “No temas porque yo estoy contigo, no desmayes porque yo soy tu Dios que te fuerzo, siempre te ayudaré y siempre te respetaré como estaba en mi justicia”, el cual ha sido su mantra de vida a la hora de estar cerca de sus retoños, a quienes indudablemente asemeja con el amor de Dios.
The first word a child utters is undoubtedly one of the most special memories any woman can keep, especially if the sound that comes out of her little mouth is “mama.”
This was not the case for La Gracia de Dios’ pastor Cristina de Pérez, who remembers that none of her three children -David, Karen and Melody- gave her that happiness.
However, this situation changed with time and now “mom” is the word that is most pronounced in the Pérez’s house, since Cristina is the person they always turn to for anything they want to do.
“Always, every time they go out they go to mom, and I say ‘God father thank you because I hear my name every time, every five minutes, ‘mom’, 24 hours a day’,” she says amused, at the same time she remembers that her eldest son’s first word was “water”, the second “dad” and the youngest “David”.
It’s precisely with David, who is now 28 years old, with whom she learned the responsibility of being a mother and all that implies, then came Karen, 22, and Melody, 15, who help her pastor the temple she built two decades ago with her husband.
“We have 20 years pastoring in that place, we are in the west of the city and thank God all three are involved in the ministry,” she adds that her oldest son, David, is involved in worship, Karen is a youth leader along with her boyfriend, and Melody does a little bit of everything.
“Thanks to God their relationship with Him has been growing, that is what we have tried to instill in them, that they should not separate themselves from God’s path, because far from him they will not be able to do absolutely nothing, I think we have formed them well with those principles, with those biblical values”.
Among the values that the interviewee mentions are faith, patience and love, values that she understood 100 percent with motherhood, which she describes as “a responsibility, it is something that the Lord is giving us, He is lending them (children) to us so that we can instill God’s values in them, they have to know that before everything else they must put God in first place, always in their lives”.
Finally, Cristina recalls the verse from Isaiah 41:10, “Fear not for I am with you, be not dismayed for I am your God who strengthens you, I will always help you and will always respect you as I was in my righteousness”, which has been her life mantra when it comes to being close to her children, whom she undoubtedly likens to God’s love.