¿Recuerdas esa sensación de tranquilidad recostada en las rodillas de la persona más importante de tu vida?
El olor de su pelo y el poder descansar mientras acariciaba lentamente mi cabeza, al mismo tiempo que me hablaba de las recetas de la abuela y su eterna sonrisa mientras cocinaba para nosotros, sus nietos que veníamos a inundar su casa en cada verano, es todavía una de las sensaciones más reconfortantes y llenas de paz, que me hace recordar el olor de la cocina mientras corríamos para ver quien ganaría a regar el jardín esa tarde.
Además del amor con el que mi abuela veía a mi madre mientras acercaba a sus manos una taza de chocolate, intercambiando miradas de complicidad al compartir una anécdota que indudablemente estaría dirigida a nuestra crianza.
Mi momento
De esa manera, cuando llegó el momento de tener en mis brazos a mi primera hija, hace ya 24 años, sabía que me enfrentaba al más grande reto de mi vida, el cual, sólo con la sabiduría de Dios podría lograr y educar a través del ejemplo.
La relación con la mujer que me trajo al mundo
Contrario a lo que se podría pensar, el respeto es de dos vías: el de la confianza, necesaria para que cualquier relación se fortalezca, y con el que tristemente no nacemos, y del que no comprendemos la corrección y la guía en nuestros años tormentosos de adolescencia, cuando exigimos una “libertad” que en realidad nos encadena.
La relación con nuestra madre va cambiando conforme crecemos, pero no debemos olvidar que un día estaremos al otro lado del espejo, así que empecemos desde hoy a educar a nuestros hijos con una crianza basada en el respeto consciente, desde el corazón, desde el amor y desde la comprensión.
Y si todavía tienes a tu madre, recuéstate en sus piernas, disfruta su olor y sus charlas llenas de sabiduría interminable, agradece a Dios el gozo de poder acariciar sus manos. Con ese acto de amor tan sencillo estarás enseñando a tus hijos la más importante e inolvidable lección de amor y respeto hacia mamá.
Respect for our mother
Do you remember that feeling of tranquility lying on the lap of the most crucial person in your life?
The smell of my mother’s hair and being able to rest while she slowly caressed my head, while she was talking about grandma’s recipes and her eternal smile as she cooked for us, her grandchildren who came to flood her house every summer, is still one of the most comforting and peace-filled sensations. It makes me remember the kitchen smell as we raced to see who would win to water the garden that afternoon.
Plus, the love with which my grandmother would watch my mother as she brought a cup of chocolate to her hands, exchanging knowing glances as we shared an anecdote that would undoubtedly be directed at our upbringing.
My moment
Thus, when the time came to hold my first daughter in my arms, 24 years ago now, I knew that I was facing the greatest challenge of my life, which only could I achieve and educate through the example of God’s wisdom.
The relationship with the woman who gave birth to me
Contrary to what one might think, respect is a two-way street: that of trust, necessary for any relationship to be strengthened, and with which we are sadly not born, and of which we do not understand correction and guidance in our stormy teenage years when we demand a “freedom” that in reality shackles us.
The relationship with our mother changes as we grow up. Still, we must not forget that we will be on the other side of the mirror one day, so let’s start today by educating our children with an upbringing based on conscious respect, from the heart, love, and understanding.
And if you still have your mother, lie on her legs, enjoy her smell and her talks full of endless wisdom, thank God for the joy of being able to caress her hands. With that simple act of love, you will teach your children the most important and unforgettable lesson of love and respect for mom.