Por Todas las Naciones
En el año 1520 el reformador Martín Lutero debatía sus posturas y demandas teológicas ante las autoridades alemanas. Como monje agustiniano su obligación era presentarse ante las autoridades eclesiásticas en Roma; pero apeló a su ciudadanía alemana y se quedó en su país a ser juzgado. Esto escandalizó a Europa, pero significativamente hace 500 años a nadie le escandalizó que un teólogo propusiera reformas para corregir errores del individuo, la sociedad y la Iglesia frente a Dios. Definitivamente eran otros tiempos, en los que la autoridad eclesiástica regía la vida ordinaria y extraordinaria de la sociedad.
Para bien o para mal eso cambió. Ahora Europa y el mundo entero no se escandalizan por las voces que demandan corregir errores que dañan al individuo y a la sociedad; sin embargo, sí se escandalizan cuando las voces proponen que la corrección sea conforme a las Sagradas Escrituras. Se escandalizan porque la sociedad de nuestra generación es secular; fue educada para aislar las causas y las consecuencias espirituales y además de aislarlas, también es diestra en dudarlas, ignorarlas, rechazarlas y negarlas.
De esa manera la sociedad está celebrando casi dos siglos de regirse bajo el método científico, el cual señala que la evidencia espiritual es subjetiva; por lo tanto, no existe, ni es verdadera, ni es real. Más aún, no tiene voz, participación ni autoridad para proponer la manera en que la sociedad debe ser corregida.
La Iglesia por su parte no ha ignorado las circunstancias y situaciones que constantemente atentan al acallar su mensaje de corrección y salvación. Sabiéndose responsable de comunicar el Evangelio de Jesucristo en medio de una sociedad que la rechaza, se ha mantenido alerta y en búsqueda de plataformas que le permitan cumplir su responsabilidad y llamado.
Por ejemplo, al igual que sucedió en los primeros siglos de su existencia, la Iglesia sabiamente sigue preparado hombres y mujeres para dar testimonio de Cristo mientras realizan sus oficios y profesiones cotidianas. Algunos ocupan plataformas de gran audiencia, otros saben agruparse para que la voz tenga eco, y otros prevalecen individualmente como baluarte inamovible de la verdad.
Sin embargo, es necesario enfatizar que en una sociedad secular es relativamente fácil y sencillo preparar a hombres y mujeres con oficios y profesiones para que sean testimonio de la verdad. Es fácil porque la sociedad misma llama, apoya, costea y produce esos trabajadores. La sociedad se organiza para preparar a la siguiente generación de trabajadores que ofrecerán beneficios en servicios y productos.
En esta organización se generaliza la métrica y la productividad esperada. Todos sabemos lo que un maestro, un zapatero, un comerciante, un conductor, un herrero, un policía ofrece, podemos medir su desempeño y rendimiento, sabemos qué tan útil y necesario es su participación y contribución en la sociedad.
Por eso reiteramos que para la Iglesia es fácil preparar a esos hombres y mujeres con oficios y profesiones, basta agregar a su educación la preparación de cómo ser testimonio de Cristo en la sociedad. En cambio, lo que es difícil y desafiante para la Iglesia es precisamente preparar a los que cuyo oficio y profesión no se mide conforme a lo propuesto por la sociedad, es decir, es difícil y desafiante la preparación de hombres y mujeres cuyo oficio y profesión será precisamente aquel que la sociedad secular no acepta porque lo juzga como inútil e innecesario, inclusive lo rechaza como falso e indigno.
Por ello la dificultad y el desafío de preparación no radica en la complejidad de preparar ministros, sino en que la sociedad ha tenido tanta influencia en la Iglesia, que ha llegado a cegarla en su responsabilidad de preparar a sus evangelistas, maestros, pastores, consejeros, adoradores y siervos.
La consecuencia de esto es que la Iglesia tiene pocos ministros preparados, son pocos y seguirán siendo pocos en proporción a la secularización de la sociedad. Entre más secular sean las comunidades en las que nos desenvolvemos, menos importancia le darán a la preparación de los hombres y mujeres que contribuyen a la sociedad con la corrección espiritual que necesita conforme a las Sagradas Escrituras.
La única manera en que los ministros dejarán de ser pocos y mal preparados será cuando atendamos el llamado de Jesús, cuando roguemos al Padre para que envíe ministros preparados para levantar la cosecha que ya está lista (Lucas 10:2).
Por lo tanto, roguemos al Padre plenamente convencidos de lo que le rogamos. No rogamos por voluntarios sin preparación, responsabilidad y compromiso, no rogamos así porque sería incongruente a toda la obra de salvación de Jesús. Mejor, obedezcamos este mandamiento a cabalidad; roguemos para que entendamos la dignidad del llamado de Dios a ser sus ministros. Roguemos a Dios para que envíe ministros preparados con conocimiento y habilidades que les harán servir a una sociedad secular que no espera ese servicio; pero que es el primero que necesita. Roguemos para que Dios envíe ministros virtuosos y llenos del fruto espiritual para corregir los errores espirituales del individuo, la sociedad y la Iglesia conforme a las Sagradas Escrituras. Roguemos.
“La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”
Lucas 10:2 (RVR1960)
Biblical, theological and ministerial education
By Todas las Nacioness
In 1520 the reformer Martin Luther debated his theological positions and demands before the German authorities. As an Augustinian monk his obligation was to appear before the ecclesiastical authorities in Rome; but he appealed to his German citizenship and remained in his country to be tried. This scandalized Europe, but 500 years ago no one was scandalized that a theologian proposed reforms to correct errors of the individual, society and the Church before God. They were definitely other times, in which the ecclesiastical authority ruled the ordinary and extraordinary life of society.
For better or for worse that changed. Now Europe and the entire world are not scandalized by the voices that demand to correct mistakes that harm the individual and society; however, they are scandalized when voices propose that correction be in accordance with the Holy Scriptures. They are scandalized because the society of our generation is secular; it was raised to isolate spiritual causes and consequences, and in addition to isolating them, it’s also skilled at doubting, ignoring, rejecting, and denying them.
In this way, society is celebrating almost two centuries of being governed by the scientific method, which indicates that spiritual evidence is subjective; therefore, it does not exist, nor is it true, nor is it real. Furthermore, it has no voice, participation, or authority to propose how society should be corrected.
The Church for its part has not ignored the circumstances and situations that constantly threaten to silence its message of correction and salvation. Knowing himself responsible for communicating the Gospel of Jesus Christ in the midst of a society that rejects it, it has remained alert and in search of platforms that allow him to fulfill his responsibility and call.
For example, as in the first centuries of its existence, the Church wisely continues to prepare men and women to bear witness to Christ as they carry out their daily offices and professions. Some use platforms with a large audience, others know how to group themselves so that the voice has an echo, and others individually prevail as an immovable bulwark of truth.
However, it’s necessary to emphasize that in a secular society it’s relatively easy and straightforward to prepare men and women with professions to be witnesses to the truth. It’s easy because society itself calls, supports, pays for and produces these workers. The society is organized to prepare the next generation of workers who will offer benefits in services and products.
In this organization the expected productivity and metrics are generalized. We all know what a teacher, a shoemaker, a merchant, a driver, a policeman offers, we can measure their performance, we know how useful and necessary their participation and contribution in society is.
That is why we reiterate that for the Church it’s easy to prepare these men and women with professions, it’s enough to add to their education the preparation of how to be a witness to Christ in society. On the other hand, what is difficult and challenging for the Church is precisely to prepare those whose profession is not measured according to what is proposed by society, that is, it’s difficult and challenging to prepare men and women whose and profession It will be precisely the one that secular society does not accept because it judges it as useless and unnecessary, even rejects it as false and unworthy.
For this reason, the difficulty and challenge of preparation doesn’t lie in the complexity of preparing ministers, but in the fact that society has had such an influence on the Church, that it has come to blind her in her responsibility to prepare her evangelists, teachers, pastors, counselors, worshipers and servants.
The consequence of this is that the Church has few trained ministers, they are few and they will remain few in proportion to the secularization of society. The more secular the communities in which we operate, the less importance they will give to the preparation of the men and women who contribute to society with the spiritual correction it needs according to the Holy Scriptures.
The only way that ministers will cease to be few and unprepared will be when we heed the call of Jesus, when we pray to the Father to send ministers ready to reap the harvest that is already ready (Luke 10: 2).
Therefore, let’s pray to the Father fully convinced of what we ask of him. We do not pray for volunteers without preparation, responsibility and commitment, we don’t pray that way because it would be incongruous to all of Jesus’ work of salvation. Better, let’s obey this commandment fully; Let’s pray that we understand the dignity of God’s call to be his ministers. We pray to God to send ministers prepared with knowledge and skills that will make them serve a secular society that does not expect that service; but that is the first one you need. Let’s pray that God will send virtuous ministers full of his spiritual fruit to correct the spiritual errors of the individual, the society and the Church according to the Holy Scriptures. Let’s pray.
“Therefore said he unto them, The harvest truly is great, but the labourers are few: pray ye therefore the Lord of the harvest, that he would send forth labourers into his harvest”
Luke 10: 2 (KJV)